jueves, 18 de diciembre de 2014
NAVIDAD
CUENTO DE NAVIDAD, de Charles Dickens
Pero a la mañana siguiente llegó temprano a la oficina. ¡Si pudiera ser el primero y sorprender a Bob Cratchit llegando con retraso! En ello había puesto todo su empeño.
¡Y lo consiguió; sí, lo consiguió! En el reloj dieron las nueve. Bob sin aparecer. Dieron las nueve y cuarto. Bob sin aparecer. Llegó con dieciocho minutos y medio de retraso. Scrooge se sentó con la puerta abierta para verle entrar en el tabuco.
Antes de abrir la puerta ya se había quitado el sombrero y también la bufanda; en un santiamén ya estaba en su taburete, trabajando intensamente con la pluma como si intentara dar marcha atrás al tiempo.
«¡Hola!», gruñó Scrooge, fingiendo lo mejor que supo su voz habitual. «¿Qué significa esto de llegar a estas horas?».
«Lo siento mucho, señor», dijo Bob. «Me he retrasado».
«¿Se ha retrasado?», repitió Scrooge. «Sí. Eso creo. Haga el favor de venir».
«Es la única vez en todo el año, señor», se excusó Bob saliendo del tabuco. «No se volverá a repetir. Ayer tuvimos un poco de fiesta, señor».
«Pues le diré una cosa, amigo mio», dijo Scrooge, «no voy a continuar consintiendo cosas como ésta. Y por consiguiente», prosiguió, saltando de su asiento y dándole a Bob tal empujón en el chaleco que le hizo retroceder tambaleándose hasta el tabuco otra vez, «y por consiguiente ¡estoy a punto de subirle el sueldo!».
Bob temblaba y se acercó un poco más a donde tenía la regla. Por un instante, tuvo la idea de pegar a Scrooge con ella, sujetarle y pedir ayuda a la gente de la calle y ponerle una camisa de fuerza. «¡Feliz Navidad, Bob!» dijo Scrooge con inconfundible acento de sinceridad, al tiempo que le daba palmadas en la espalda. «¡La más Feliz Navidad, Bob, mi buen compañero, que le haya deseado en muchos años! Le aumento el sueldo y me propongo ayudar a su necesitada familia; ¡trataremos sus asuntos esta misma tarde ante un buen tazón de ponche caliente, Bob! ¡Encienda los braseros y compre otro cubo de carbón antes de ponerse a escribir ni una sola palabra más, Bob Cratchit!»
Scrooge cumplió más de lo prometido. Lo hizo todo y muchísimo más; fue un segundo padre para Tiny Tim, que no murió. Se convirtió en el amigo, amo y hombre más bueno que se conoció en la vieja ciudad o en cualquier otra ciudad, pueblo o parroquia del viejo mundo. Algunas personas se reían al ver el cambio, pero él las dejaba reírse sin prestarles atención pues era lo bastante sabio para darse cuenta de que nada bueno sucede en este mundo de lo que no se hubiesen reído algunos, al principio, hasta hartarse; y, comprendiendo que tales gentes siempre estarían ciegas, consideraba que era preferible que arrugasen los ojos con sus muecas, a que mostrasen su falta de sensibilidad de manera más nociva. También su corazón se reía; y eso bastaba para él.
No volvió a tener trato con espíritus, pero en adelante vivió bajo el principio de la más absoluta sobriedad; y siempre se dijo de él que sabía mantener el espíritu de la Navidad como nadie. ¡Ojalá se pueda decir lo mismo de nosotros, de todos nosotros! Y así, como dijo Tiny Tim, ¡que Dios nos bendiga a todos!
FIN