XXV - LA PRIMAVERA
En
mi duermevela matinal, me malhumora una endiablada chillería de
chiquillos. Por fin, sin poder dormir más, me echo, desesperado de
la cama. Entonces, al mirar el campo por la ventana abierta, me doy
cuenta de que los que alborotan son los pájaros.
Salgo
al patio y canto gracias al Dios del día azul. ¡Libre concierto de
picos, fresco y sin fin! La golondrina
riza, caprichosa, su
gorjeo en el pozo; silba el mirlo sobre la naranja caída; de
fuego, la oropéndola charla,
de chaparro en chaparro; el
chamariz ríe larga y menudamente en la cima del eucalipto; y, en el
pino grande, los gorriones discuten desaforadamente.
¡Cómo
está la mañana! El sol pone en la tierra su alegría de plata y de
oro; mariposas de cien colores juegan por todas partes entre las
flores, por la casa -ya dentro, ya fuera-, en el manantial. Por
doquiera, el campo se abre en estallidos, en crujidos, en un
hervidero de vida sana y nueva.
Parece
que estuviéramos dentro de un gran panal de luz, que fuese el
interior de una inmensa y cálida rosa encendida.
LXVII – EL ARROYO
Este arroyo,
Platero, seco ahora, por el que vamos a la dehesa de los Caballos,
está en mis viejos libros amarillos, unas veces como es, al lado del
pozo ciego de su prado, con sus amapolas pasadas de sol y sus
damascos caídos; otras, en superposiciones y cambios alegóricos,
mudado, en mi sentimiento, a lugares remotos, no existentes o sólo
sospechados...
Por él,
Platero, mi fantasía de niño brilló sonriendo, como un vilano al
sol, con el encanto de los primeros hallazgos, cuando supe que él,
el arroyo de los Llanos, era el mismo arroyo que parte el camino de
San Antonio por su bosquecillo de álamos cantores; que andando por
él, seco, en verano, se llegaba aquí; que echando un barquito de
corcho allí, en los álamos, en invierno, venía hasta estos
granados, por debajo del puente de las Angustias, refugio mío cuando
pasaban toros...
¡Qué encanto
este de las imaginaciones de la niñez, Platero, que yo no sé si tú
tienes o has tenido! Todo va y viene, en trueques deleitosos; se mira
todo y no se ve, más que como estampa momentánea de la fantasía...
Y anda uno
semiciego, mirando tanto adentro como afuera, volcando, a veces, en
la sombra del alma la carga de imágenes de la vida, o abriendo al
sol, como una flor cierta, y poniéndola en una orilla verdadera, la
poesía, que luego nunca más se encuentra, del alma iluminada.
Platero y yo
ACTIVIDADES PROGRAMADAS:
- Conferencia de Don Gaspar Garrote sobre la obra y figura de Juan Ramón Jiménez
- Lectura de fragmentos literarios de sus obras:
Pedro Plaza (2º Bach D)
Samuel Cuenca ( 2º Bach D)
- Acompañamiento musical a cargo de Paula García (2º Bach D):
Ласточка вдаль улетала
(Villanelle), Eva Dell'acqua
Vaga Luna (che inargenti), Vicenzo
Bellini
* Marcapáginas: Esther Romero Gálvez